El comentario cristiano, y el de Jerónimo en particular, constituye un género literario en continuidad no solo con el comentario que los grammatici ya venían practicando sobre los autores clásicos grecolatinos –no en vano Jerónimo es discípulo del más famoso de su época, Elio Donato, sino también con la exégesis judía, de la que no solo participan los targumin (traducciones parafrásticas de los textos bíblicos hechas en arameo). Es importante para el propio Jerónimo subrayar que recibió esta formación directamente de maestros judíos. En su época, Jerónimo ya puede insertar su obra dentro de una tradición cristiana bien asentada. Por lo que se refiere a Isaías, el propio Jerónimo enumera en el prólogo a sus principales predecesores: Orígenes, Eusebio de Cesarea, Dídimo el Ciego, a quien conoció en su paso por Alejandría, y Apolinar de Laodicea (In Es. 3-4). Todos ellos no son solo precursores de Jerónimo, sino también sus fuentes. La teoría del comentario que Jerónimo practica pasa por reunir todas las opiniones precedentes relevantes, aunque sean contradictorias entre sí o, incluso, pertenezcan a autores caídos en desgracia como Orígenes o Tertuliano:
‘De modo que el lector prudente, una vez haya leído diversas explicaciones y se haya familiarizado con las de muchos, bien con aceptación, bien con rechazo, juzgue qué es más verdadero y, como un buen cambista, rechace las monedas de aleación adulterada.’
No es un género aislado; el comentario cristiano comparte muchos rasgos con los discursos homiléticos. En su faceta de comentarista, Jerónimo prestó particular atención a los profetas, que ocupan el grueso de su labor exegética. No es algo casual. En su época se entendían los libros proféticos como la parte más relevante del Antiguo Testamento para el pensamiento cristiano, ya que constituían el conjunto que con más facilidad se podía interpretar en clave tipológica, esto es, buscando alusiones a Jesús que permitiesen ganar legitimidad y también cimentar la idea de la unidad de la revelación. El trabajo de Jerónimo sobre los profetas debió de comenzar en el 392 con los llamados “profetas menores”. Su opus prophetale, como él mismo la denomina (In Hiez. 6, praef. 11), se extiende durante casi treinta años, dejando inconcluso a su muerte en el 420 el comentario a Jeremías.
La influencia de Orígenes es particularmente palpable en el comentario de Jerónimo a los capítulos 13-23 de Isaías. Esta sección corresponde a oráculos contra las naciones extranjeras, textos de origen variado que probablemente debieron de circular de manera anónima antes de ser integrados bajo el nombre del gran profeta del siglo VIII a.e.c. A diferencia de lo que ocurre en las otras expositiones o en el resto de la obra, Jerónimo separa para estos capítulos de Isaías el comentario histórico-literal, al que reserva el libro quinto, del anagógico (o espiritual), que distribuye en los libros sexto y séptimo. Esto se debe a que lo que ahora es el libro quinto fue en su momento una obra autónoma que en el 397 había dedicado al obispo Amable, bajo su petición.
Las diferencias entre los dos tipos de interpretaciones pueden ejemplificarse con el pasaje que Jerónimo traduce como super montem caliginosum ‘sobre el monte brumoso’ (Is 13,2). En el comentario literal del libro quinto Jerónimo señala que su caliginosum traduce el término hebreo נִשְׁפֶּה –lo cual es un error en el que probablemente cayó bajo la influencia de Basilio de Cesarea, quien lo traduce como νεφώδους– y que todo ello es una metáfora de la ciega soberbia de Babilonia a la par que aduce un pasaje de Jeremías. Por el contrario, en el libro sexto la misma imagen es interpretada en clave cristológica, con alusión a la crucifixión.
De manera significativa, en esta parte solo aparece la contraposición entre el texto hebreo y la Septuaginta en los libros sexto y séptimo, esto es, en los dedicados a la explicación anagógica, y no así en el quinto, lo que revela la importancia que Jerónimo concede a las diferentes tradiciones bíblicas tanto en sus traducciones como en su exégesis. A menudo la hebraica veritas o la versión iuxta Hebraeos se ha relacionado con la interpretación literal, pero en estos libros de su In Esaiam Jerónimo muestra que el conocimiento del texto hebreo es también relevante de cara al sentido alegórico.
En los textos latinos se reflejan estas complejidades. Por un lado, la traducción latina de la versión hebrea no se corresponde siempre con la Vulgata, lo que muestra la práctica de Jerónimo de mejorar continuamente su traducción, mientras que, por otro, en su traducción de la Septuaginta hay ecos de las veteres. Aunque se ha sostenido que Jerónimo extrae su conocimiento de otras versiones griegas a través de otros autores, como Eusebio de Cesarea, la prolijidad de las citas invita a pensar que cuando componía la mayor parte de sus comentarios tenía delante un ejemplar de la Hexapla, acentuando más si cabe la deuda de Jerónimo con Orígenes.
Esta edición se dispone a la manera de las de los autores clásicos, con el texto explicado en el centro y el comentario bordeándolo, un formato que no pudo haber surgido con anterioridad al codex medieval. Jerónimo, como el resto de comentaristas antiguos, debió de redactarlo originalmente copiando los versículos bíblicos insertos en el cuerpo del comentario. Incorpora además signos de crítica textual frecuentes en las traducciones de Jerónimo, a saber los asteriscos (*) y los óbelos (⸓). Se aprecia también el cuidado de los editores –del que debió participar Erasmo, aunque el responsable principal fue Bruno Amerbach (1485-1519)– por facilitar la consulta mediante las llamadas en forma de letras latinas minúsculas, tanto en el texto bíblico como en sus márgenes. También con el fin de ayudar al lector, el versículo comentado aparece en el comentario en letra gótica y se han sacado a los márgenes las referencias de las citas bíblicas aludidas por Jerónimo en su explicación. Con esta primera edición impresa, seguida por la de Vittori en el mismo siglo XVI, el Com. in Esaiam aseguró su influencia más allá de la Edad Media, atestiguada por la numerosisima transmisión manuscrita, cuando ejerció una enorme autoridad que en parte se debió a ser el único comentario a Isaías de época patrística redactado originalmente en latín. Este volumen contiene también el sexto tomo de la obra completa, que incluye los comentarios a los profetas menores.
Fürst 2009; Graves 2007; Gryson 1988; Haelewyck 1988; Jay 1985; Kieffer 1996; Simonetti 1984; Williams 2006.