La Vida de Antonio Abad, uno de los primeros eremitas, ejerció una doble influencia en Jerónimo: por una parte, constituyó para este un ejemplo vital de vocación ascética y, por otra, fue un modelo literario para la composición de sus propias vidas de santos.
En el siglo III, en oriente, había surgido un movimiento dentro del cristianismo que empujó a algunos individuos a apartarse de la sociedad y acercarse a Dios a través de una estancia solitaria en el desierto, siguiendo los ejemplos bíblicos de Elías, de Juan el Bautista y del propio Jesús. De manera creciente estos eremitas adquirieron autoridad y prestigio y ganaron seguidores. Antonio Abad (ca. 251-356) fue el más célebre de ellos: se retiró al desierto en Egipto y allí, luchando incansable contra las tentaciones demoníacas, inició un camino de perfeccionamiento en la virtud. Se le atribuyeron varias virtudes carismáticas –rasgos no muy diferentes de los de los filósofos sobre los que circulaban biografías desde época helenística– y su figura atrajo seguidores a los que reunió en una comunidad de la que él era el guía espiritual, lo que le granjeó la etiqueta de fundador del monasticismo.
En el año 357, inmediatamente después de la muerte de Antonio, fue compuesta una biografía suya en griego por Atanasio de Alejandría (295/6-373), una figura esencial como defensor de la ortodoxia en la Iglesia durante esos años turbulentos, en los que el cristianismo pasó de ser una religión perseguida a convertirse en la religión oficial del estado romano y se vio agitado por varias polémicas, como el cisma de Melecio o el arrianismo. Alrededor del 370 Evagrio de Antioquía (ca. 320-393), protector y amigo de Jerónimo, la tradujo al latín. Antes ya se había realizado otra traducción anónima. La existencia de dos traducciones latinas en un período de tiempo tan corto habla por sí sola del éxito que conoció la obra de Atanasio y de la popularidad del santo, que ininterrumpidamente se ha prolongado hasta la actualidad (de hecho, se sigue manteniendo la bendición a los animales el día de su festividad, 17 de enero).
La ocurrencia de Atanasio de construir un relato biográfico sobre Antonio en vez de simplemente recopilar sus palabras o sus anécdotas es una novedad que responde al deseo de construir una imagen del personaje acorde con el modelo evangélico de Jesús y localizada dentro de la ortodoxia; al fin y al cabo, el monasticismo, especialmente en sus orígenes, no siempre se mantuvo dentro de las líneas marcadas por las instituciones eclesiásticas. Si bien la obra de Atanasio cuenta con antecedentes profanos, especialmente las vidas de filósofos y los relatos de milagros de los llamados “hombres divinos”, en el ámbito cristiano ejerció una influencia decisiva, creando un ideal de sabiduría alternativo al de aquellos; en efecto, dejó su huella en Jerónimo, en Agustín, en Martín de Tours y otros muchos, y se convirtió en un modelo para las sucesivas vidas de santos.
Jerónimo se sintió fuertemente atraído por la vida ascética desde su estancia en Aquilea: mientras estuvo en Antioquía, alojado precisamente en casa de Evagrio, decidió retirarse al desierto en Calcis, aunque su modo de vida ascético fue “occidental”, moderado, lejos del aislamiento radical de otros; de hecho, mantuvo los contactos con sus amigos y protectores y sus actividades intelectuales, teniendo a su disposición libros y un equipo de copistas. Sin embargo, para convertirse en el difusor del modo de vida ascético en Roma y en guía espiritual de las aristócratas romanas, no dudó en reformular su propia experiencia adaptándola a los rigores del ascetismo. Su campaña se extendió a través de cartas como, por ejemplo, la 22, dirigida a Julia Eustoquio, o a través de sus vidas de santos: la Vida de Pablo el primer eremita, al que Antonio visita en su retiro; la Vida de Hilarión, un continuador de Antonio; y la Vida de Malco, más próxima a un cuento ejemplarizante que a una biografía propiamente dicha. Las dos primeras mantienen una fuerte relación con la Vida de Antonio. El éxito de Jerónimo como símbolo del ascetismo puede comprobarse en la imagen que se ha mantenido durante siglos y de la que esta exposición ofrece algunos ejemplos.
El libro expuesto es de Antonio Gerardi, procurador de bulas del Papa, que redactó en italiano una biografía de Antonio basada en la Vida de Atanasio y textos de Jerónimo (Vita Pauli), Paladio (s. V, Historia Lausiaca), Laurentius Surius (s. XVI, Vita sanctorum) y del jesuita Giovanni Pietro Maffei (1533–1603). Se trata de un breve librito, dedicado a todos los Antonios, que a la par de la instrucción religiosa, se presenta como un instrumento útil para el aprendizaje del italiano. Incluye algunas imágenes de los principales episodios de la vida del santo, entre ellas, su nacimiento, las tentaciones, el encuentro con Pablo el eremita, su muerte.
Artemi 2015; Bertrand 2006; Fuhrmann 1977; González Marín 2000; Mohrmann 1981; Rebenich 2002; Reitzenstein 1914; Rousseau 20102.